Poema: Y aún descalzos con los pies en llagas, no se rinden los amantes. Autora: Sandra Insua Juncal.
con los pies en llagas,
no se rinden
los amantes.
Los gorros sobre sus cabezas,
protegiéndolos del sol.
Y en un gorro, un lazo azul.
Los amantes se balancean.
Se mecen los enamorados.
Y en los columpios,
destellos de plata.
Alza su corona deslumbrante,
el juez que los acompaña.
Sin moverse, sigiloso,
vigilándolos,
recostado sobre tejido de lino.
El sentimiento poderoso,
de sus ojos, al mirarla.
El suspiro, llanto poseído,
generoso guardián.
Persistencia encadenada,
enlace divino,
infinito.
Anzuelo sin caña,
pescador sin red.
No renuncies a tu delirio.
Los troncos de los árboles se tornan rojos,
al igual que su sombrilla.
No la sostiene,
la apoya recostada sobre su hombro.
¿Y de que hablarán?
Sentados delante de un arco monumental,
que no se ve, ni se toca.
Entre las rocas naranjas,
habitan pequeños ramilletes de hierba;
y sobre estos, ellos, los amantes.
Las olas danzan,
la brisa los envuelve.
Arena y sal, los dos.
Espejo de doble cara.
Por un lado, resplandeciente,
el reflejo de su imagen pletórica,
dichosa, con su apasionado.
Por el otro, la oscuridad, la esclavitud,
las cadenas de su matrimonio,
que la atan, que la oprimen.
Las manos de su marido que
antaño la llevaban al país de los sueños,
ahora se han convertido
en manos carceleras.
Esas manos son su estigma.
Porque duelen, más que curan.
Porque hieren, más que acarician.
Suena la música apresurada
para los vehementes.
Esa melodía,
no les sirve de consuelo,
pero los sacia cual oasis,
mientras los pasos de su existencia,
caminan a través de un desierto.
Se apaga el joyero de cuerda.
Un hondo vacío,
penetra en su lánguido sueño.
No desean volver a separarse.
Esta vez, huirán juntos.
Apresurados, desnudos, heridos,
repudiados, entusiastas, incondicionales.
Y aún descalzos, con los pies en llagas;
no se rinden: los amantes.
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